Por
la noche, cuando sacó a Edward a dar su último paseo, Macon miró por las
ventanas y vio personas desplomadas en sillones floreados, iluminadas por la
luz temblona y azulada de sus aparatos de televisión. Los Orioles iban ganando el
segundo partido de la Serie Mundial, pero esas personas parecían estar
contemplando sus propios pensamientos y no el partido. Macon tuvo la sensación
de ser arrastrado hacia abajo por ellos, de que le hacían andar pesadamente, ir
cabizbajo, quedarse sin aliento. Hasta el perro parecía torpe y desanimado.
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146. El turista accidental (1985). Anne Tyler. Punto de Lectura