Recuerde
el alma dormida,
avive
el seso y despierte
contemplando
cómo
se pasa la vida,
cómo
se viene la muerte
tan
callando;
cuán
presto se va el placer;
cómo
después de acordado
da
dolor;
cómo
a nuestro parecer
cualquiera
tiempo pasado
fue
mejor.
III
Nuestras
vidas son los ríos
que
van a dar en la mar,
que
es el morir:
allí
van los señoríos,
derechos
a se acabar
y
consumir;
allí
los ríos caudales,
allí
los otros medianos
y
más chicos;
y
llegados, son iguales
los
que viven por sus manos
y
los ricos.
V
Este
mundo es el camino
para
el otro, que es morada
sin
pesar;
mas
cumple tener buen tino
para
andar esta jornada
sin
errar.
Partimos
cuando nacemos,
andamos
mientras vivimos,
y
llegamos
al
tiempo que fenecemos;
así
que, cuando morimos,
descansamos.
VIII
Decidme:
la hermosura,
la
gentil frescura y tez
de
la cara,
la
color y la blancura,
cuando
viene la vejez
¿cuál
se para?
Las
mañas y ligereza
y la
fuerza corporal
de
juventud,
todo
se torna graveza
cuando
llega al arrabal
de
senectud.
XXV
Aquél
de buenos abrigo,
amado
por virtuoso
de
la gente,
el
Maestre don Rodrigo
Manrique,
tanto famoso
y
tan valiente,
sus
grandes hechos y claros
no
cumple que los alabe,
pues
los vieron,
ni
los quiero hacer caros,
pues
que el mundo todo sabe
cuáles
fueron.
Jorge
Manrique. Coplas por la muerte de su padre (1476). Fragmentos.