El poeta mexicano Octavio Paz (1914-98) |
La
soledad, el sentirse y el saberse solo, desprendido del mundo y ajeno a sí
mismo, separado de sí, no es característica exclusiva del mexicano. Todos los
hombres, en algún momento de su vida, se siente solos; y más: todos los hombres
están solos. Vivir es separarnos del que fuimos para internarnos en el que
vamos a ser, futuro extraño siempre. La soledad es el fondo último de la
condición humana. El hombre es el único ser que se siente solo y el único que
es búsqueda de otro. Su naturaleza -si se puede hablar de naturaleza al hablar
del hombre, el ser que, precisamente, se ha inventado a sí mismo al decirle
"no" a la naturaleza- consiste en un aspirar a realizarse en otro. El
hombre es nostalgia y búsqueda de comunión. Por eso cada vez que se siente a sí
mismo se siente como carencia de sí mismo, como soledad.
(...) Nuestra sensación de vivir se
expresa como separación y ruptura, desamparo, caída en un ámbito hostil o
extraño. A medida que crecemos esa primitiva sensación se transforma en
sentimiento de soledad. Y más tarde, en conciencia: estamos condenados a vivir
solos, pero también lo estamos a traspasar nuestra soledad y a rehacer los
lazos que en un pasado paradisíaco nos unían a la vida. Todos nuestros
esfuerzos tiende a abolir la soledad. Así, sentirse solos posee un doble significado:
por una parte consiste en tener conciencia de sí; por la otra, en un deseo de
salir de sí. La soledad, que es la condición misma de nuestra vida, se nos
aparece como una prueba y una purgación, a cuyo término angustia e
inestabilidad desaparecerán.
La plenitud, la reunión, que es
reposo y dicha, concordancia con el mundo, nos esperan al fin del laberinto de
la soledad.
Págs.
211 y 212. El laberinto de la soledad (1950). Octavio Paz. Fondo de Cultura
Económica.