Ilustración de John Tenniel para la primera edición de Alicia en el País de las Maravillas (1865), de Lewis Carroll. |
‘Alicia en el País de las Maravillas’ es una novela que combina juegos
de lógica, dobles sentidos y situaciones absurdas entre personajes como el Gato
de Cheshire, la Liebre de Marzo, la Reina de Corazones, la Tortuga Artificial y
el Conejo Blanco. Todo comienza cuando Alicia, sentada junto a su hermana en un
árbol, siente curiosidad por un conejo blanco vestido con chaqueta y chaleco
que corre mirando su reloj de bolsillo. Decide seguirlo y entrar en su
madriguera, lo que la conducirá por un pozo infinito hasta un mundo absurdo y
extraño. En el fragmento que vas a leer asistimos a una de las situaciones ilógicas
que se producen en el libro. En esta ocasión, el Sombrerero y la Liebre de
Marzo mantienen una conversación con Alicia sobre su amigo el Tiempo.
Y, ¿has encontrado la solución a la adivinanza? —preguntó el
Sombrerero, dirigiéndose de nuevo a Alicia.
—No. Me doy por vencida. ¿Cuál es la solución?
—No tengo la menor idea —dijo el Sombrerero.
—Ni yo —dijo la Liebre de Marzo. Alicia suspiró fastidiada.
—Creo que ustedes podrían encontrar mejor manera de matar el tiempo
—dijo— que ir proponiendo adivinanzas sin solución.
—Si conocieras al Tiempo tan bien como lo conozco yo —dijo el
Sombrerero—, no hablarías de matarlo. ¡El Tiempo es todo un personaje!
—No sé lo que usted quiere decir —protestó Alicia.
—¡Claro que no lo sabes! —dijo el Sombrerero, arrugando la nariz en un
gesto de desprecio—. ¡Estoy seguro de que ni siquiera has hablado nunca con el
Tiempo!
—Creo que no —respondió Alicia con cautela—. Pero en la clase de música
tengo que marcar el tiempo con palmadas.
—¡Ah, eso lo explica todo! —dijo el Sombrerero—. El Tiempo no tolera
que le den palmadas. En cambio, si estuvieras en buenas relaciones con él,
haría todo lo que tú quisieras con el reloj. Por ejemplo, supón que son las
nueve de la mañana, justo la hora de empezar las clases, pues no tendrías más que
susurrarle al Tiempo tu deseo y el Tiempo en un abrir y cerrar de ojos haría
girar las agujas de tu reloj. ¡La una y media! ¡Hora de comer! (“¡Cómo me
gustaría que lo fuera ahora!”, se dijo la Liebre de Marzo para síen un
susurro.)
—Sería estupendo, desde luego —admitió Alicia, pensativa—. Pero
entonces todavía no tendría hambre, ¿no le parece?
—Quizá no tuvieras hambre al principio —dijo el Sombrerero—. Pero es
que podrías hacer que siguiera siendo la una y media todo el rato que tú
quisieras.
—¿Es esto lo que ustedes hacen con el Tiempo? —preguntó Alicia. El
Sombrerero movió la cabeza con pesar.
—¡Yo no! —contestó—. Nos peleamos el pasado marzo, justo antes de que
esta se volviera loca, sabes (y señaló con la cucharilla hacia la Liebre de
Marzo).
—¿Ah, sí? —preguntó Alicia interesada.
—Sí. Sucedió durante el gran concierto que ofreció la Reina de
Corazones, y en el que me tocó cantar a mí.
Alicia en el País de las Maravillas (1865). Lewis Carroll. Siruela