Escena de Desayuno con diamantes (1961, Blake Edwards), la versión cinematográfica del libro
de Truman Capote y que estuvo protagonizada por la actriz Audrey Hepburn.
La banda sonora correspondió al músico Henry Mancini.
La banda sonora correspondió al músico Henry Mancini.
Pero si Miss Golightly no llegó a enterarse de mi existencia, excepto en mi calidad de práctico portero, a lo largo del aquel verano yo acabé convirtiéndome en todo una autoridad sobre la suya. Descubrí, observando la papelera que dejaba junto a su puerta, que sus lecturas normales eran la prensa popular, los folletos de viajes y las cartas astrales; que fumaba unos pitillos esotéricos de la marca Picayune; que sobrevivía base de requesón y tostaditas; que su cabello multicolor no era obra de la naturaleza. La misma fuente de información me permitió saber que recibía montones de cartas del frente. siempre estaban rotas a tiras alargadas, como registros. A veces me llevaba uno de esos registros para utilizarlos en mis lecturas. Recuerdo y te echo de menos y llueve y escribe, por favor, y maldita y condenada eran las palabras que más a menudo se repetían en esas tiras de papel; éstas, y soledad y re quiero.
Además, tenía un
gato y tocaba la guitarra. Los días de mucho sol se lavaba el pelo y, junto con
el gato, un rojizo macho atigrado, se sentaba en la escalera de incendios y
rasgaba la guitarra mientras se le secaba el pelo. Cada vez que oía la música,
yo me acercaba silenciosamente a la ventana. Tocaba muy bien, y a veces también
cantaba. Cantaba con el acento afónico y quebrado de un muchacho. Se sabía
todas las canciones de los musicales de éxito, de Cole Porter y Kurt Weill; le
gustaban sobre todo las canciones de Oklahoma!, recién estrenada aquel verano.
Pero en algunos momentos tocaba melodías que hacían que me preguntase de dónde
podía haberlas sacado, de dónde podía haber salido aquella chica. Canciones
nómadas, agridulces, con letras que sabían a pinar o pradera. Una de ellas
decía: No quiero dormir, no quiero morir, sólo quiero seguir viajando por los
prados del cielo; y parecía que ésta fuese la que más la complacía, pues a
menudo seguía cantándola mucho después de que se le hubiera secado el pelo,
cuando el sol ya se había puesto y se veían ventanas iluminadas en el
anochecer.
Págs. 19 y 20. Desayuno en Tiffany's (1958). Truman Capote.
Anagrama.