Una hora más tarde,
había salido ya de Saint-Pol y se dirigía a Tinques, que sólo dista cinco
leguas de Arras.
¿Qué hacía durante este trayecto? ¿En qué pensaba? Lo mismo
que por la mañana, miraba cómo pasaban los árboles, los tejados de las cabañas,
los campos cultivados, la perspectiva del paisaje, que variaba a cada recodo
del camino. Ésta es una contemplación que a veces satisface al alma, y que la
dispensa casi de pensar. Ver mil objetos, por primera y última vez, ¿qué hay
más melancólico y más profundo? Viajar es nacer y morir a cada instante. Quizás,
en la región más vaga de su espíritu, comparaba aquellos horizontes variables
con la existencia del hombre. Todas las cosas de la vida huyen perpetuamente
delante de nosotros; se mezclan la claridad y las sombras: después de una viva
luz, viene un eclipse; el hombre mira, corre, tiende la mano para coger lo que
pasa; cada incidente es un recodo del camino; y, de repente, llega la vejez. Se
siente como una sacudida, todo es negro; se distingue una puerta oscura, el
sombrío caballo de la vida que nos arrastra se detiene súbitamente, y se ve a
un ser, velado y desconocido, que lo desengancha en las tinieblas".