Fotograma de la versión televisiva de Don Juan Tenorio realizada por TVE en 1966. Francisco Rabal y Concha Velasco interpretaron al galán y a doña Inés, respectivamente. |
Contexto: El diálogo entre don Juan y doña Inés es una de las escenas más famosas del teatro español. El protagonista ha apostado a su rival, don Luis Mejías, que conquistará en una sola noche a dos mujeres: la futura esposa de Mejías y una novicia, doña Inés, antigua prometida de don Juan. Éste acude al convento de Inés y, con la ayuda de su criada Brígida, la rapta y la lleva a su hacienda. Allí despierta y cree que ha sido rescatada de un incendio por don Juan.
Fragmento I
- DON JUAN:
[…] Cálmate, pues, vida mía;
reposa aquí, y un momento
olvida de tu convento
la triste cárcel sombría.
¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando el día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?
Esa armonía que el viento
recoge entre esos millares
de floridos olivares,
que agita con manso aliento,
ese dulcísimo acento
con que trina el ruiseñor
de sus copas morador
llamando al cercano día,
¿no es verdad, gacela mía,
que están respirando amor?
Y estas palabras que están
filtrando insensiblemente
tu corazón, ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía,
que están respirando amor?
Y esas dos líquidas perlas
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse a no verlas
de sí mismas al calor,
y ese encendido color
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?
¡Oh! sí, bellísima Inés,
espejo y luz de mis ojos;
escucharme sin enojos
como lo haces, amor es;
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor.
[…] Cálmate, pues, vida mía;
reposa aquí, y un momento
olvida de tu convento
la triste cárcel sombría.
¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando el día,
¿no es cierto, paloma mía,
que están respirando amor?
Esa armonía que el viento
recoge entre esos millares
de floridos olivares,
que agita con manso aliento,
ese dulcísimo acento
con que trina el ruiseñor
de sus copas morador
llamando al cercano día,
¿no es verdad, gacela mía,
que están respirando amor?
Y estas palabras que están
filtrando insensiblemente
tu corazón, ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía,
que están respirando amor?
Y esas dos líquidas perlas
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse a no verlas
de sí mismas al calor,
y ese encendido color
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?
¡Oh! sí, bellísima Inés,
espejo y luz de mis ojos;
escucharme sin enojos
como lo haces, amor es;
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor.
- DOÑA INÉS:
Callad, por Dios, ¡oh don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad, por compasión,
que oyéndoos me parece
que mi cerebro enloquece
y se arde mi corazón.
¡Ah! Me habéis dado a beber
un filtro infernal sin duda,
que a rendiros os ayuda
la virtud de la mujer.
Tal vez poseéis, don Juan,
un misterioso amuleto,
que a vos me atrae en secreto
como irresistible imán.
Tal vez Satán puso en vos
su vista fascinadora,
su palabra seductora
y el amor que negó a Dios.
¿Y qué he de hacer, ¡ay de mí!,
sino caer en vuestros brazos,
si el corazón en pedazos
me vais robando de aquí?
No, don Juan; en poder mío
resistirte no está ya;
yo voy a ti, como va
sorbido al mar ese río.
Tu presencia me enajena,
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena.
¡Don Juan! ¡Don Juan! Yo lo imploro
de tu hidalga compasión:
o arráncame el corazón,
o ámame, porque te adoro.
Fragmento II
- DON JUAN: ¿Y aquel entierro que pasa?
- ESTATUA: Es el tuyo.
- DON JUAN: ¡Muerto soy!
- ESTATUA: El capitán te mató
a la puerta de tu casa.
- DON JUAN: Tarde la luz de la fe
a la puerta de tu casa.
- DON JUAN: Tarde la luz de la fe
penetra en mi corazón,
pues crimen es mi razón
a su luz tan solo ve.
Los ve... y con horrible afán:
porque al ver su multitud
ve a Dios en la plenitud
de su ira contra don Juan.
¡Ah! Por doquiera que fui:
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y emponzoñé cuanto vi.
Yo a las cabañas bajé
y a los palacios subí,
y los claustros escalé;
y pues tal mi vida fue,
no, no hay perdón para mí [...]
(Se hinca de rodillas. Las sombras, esqueletos, etc., van a abalanzarse sobre él, cuando se abre la tumba de doña Inés y aparece ésta, que toma la mano que don Juan tiende al cielo).
Don Juan Tenorio (1844). José Zorrilla
En este vídeo podrás ver la adaptación televisiva realizada por Gustavo Pérez Puig para TVE en 1966.
pues crimen es mi razón
a su luz tan solo ve.
Los ve... y con horrible afán:
porque al ver su multitud
ve a Dios en la plenitud
de su ira contra don Juan.
¡Ah! Por doquiera que fui:
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y emponzoñé cuanto vi.
Yo a las cabañas bajé
y a los palacios subí,
y los claustros escalé;
y pues tal mi vida fue,
no, no hay perdón para mí [...]
(Se hinca de rodillas. Las sombras, esqueletos, etc., van a abalanzarse sobre él, cuando se abre la tumba de doña Inés y aparece ésta, que toma la mano que don Juan tiende al cielo).
Don Juan Tenorio (1844). José Zorrilla
En este vídeo podrás ver la adaptación televisiva realizada por Gustavo Pérez Puig para TVE en 1966.