(Fue)
la última Navidad que pasamos juntos.
La vida nos separa. Los Enterados
deciden que mi lugar está en un colegio militar. Y a partir de ahí se sucede
una desdichada serie de cárceles a toque de corneta, de sombríos campamentos de
verano a toque de diana. Tengo además otra casa. Pero no cuenta. Mi casa está
allí donde se encuentra mi amiga, y jamás la visito.
Y ella sigue allí, rondando por la
cocina. Con Queenie como única compañía. Luego sola. («Querido Buddy -me
escribe con su letra salvaje, difícil de leer-, el caballo de Jim Macy le dio
ayer una horrible coz a Queenie. Demos gracias de que ella no llegó a enterarse
del dolor. La envolví en una sábana de hilo, y la llevé en el carricoche al
prado de Simpson, para que esté rodeada de sus Huesos...») Durante algunos
noviembres sigue preparando sus tartas de frutas sin nadie que la ayude; no
tantas como antes, pero unas cuantas: y, por supuesto, siempre me envía «la
mejor de todas». Además, me pone en cada carta una moneda de diez centavos acolchada
con papel higiénico: «Vete a ver una película y cuéntame la historia» Poco a
poco, sin embargo, en sus cartas tiende a confundirme con su otro amigo, el
Buddy que murió en los años ochenta del siglo pasado; poco a poco, los días
trece van dejando de ser los únicos días en que no se levanta de la cama: llega
una mañana de noviembre, una mañana sin hojas ni pájaros que anuncia el
invierno, y esa mañana ya no tiene fuerzas para darse ánimos exclamando:
-¡Vaya por Dios, ha llegado la
temporada de las tartas de frutas!
Y cuando eso ocurre, yo lo sé. El
mensaje que lo cuenta no hace más que confirmar una noticia que cierta vena
secreta ya había recibido, amputándome una insustituible parte de mí mismo,
dejándola suelta como una cometa cuyo cordel se ha roto. Por eso, cuando cruzo
el césped del colegio en esta mañana de diciembre, no dejo de escrutar el
cielo. Como si esperase ver, a manera de un par de corazones, dos cometas
perdidas que suben corriendo hacia el cielo.
Págs.
152-153. Un recuerdo navideño (ed. junto a Desayuno en Tiffany's, 1956). Truman
Capote. Anagrama.