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Aquí encontrarás una selección accidental de textos literarios pertenecientes a obras clásicas de la Literatura universal. Sin otro criterio que el gusto y el azar seguidos por el profesor de Lengua Rafael Bermúdez Ortiz, el alumnado tiene la oportunidad de acercarse a algunos de los títulos y autores más célebres del canon literario occidental mediante este catálogo de citas, páginas y recortes. Ojalá disfruten tanto como el autor de su lectura.

No me reconozco en el pasado


Fotograma de Fanny y Alexander (1982), de Ingmar Bergman.

En la compañía (de teatro) reinaba una suave promiscuidad. Durante un breve período todo el mundo tuvo piojos y alguna vez hubo escenas de celos. Nuestro hogar era evidentemente el teatro, pero por lo demás estábamos todos un poco descentrados y hambrientos de camaradería.

Sin haber pensado realmente en ello, Ellen y yo habíamos iniciado una relación que inmediatamente acabó en un embarazo, En Navidades, a Else le dieron permiso para salir del sanatorio. Nos encontramos en Estocolmo en casa de su madre. Le conté lo que había pasado y que quería separarme  y que pensaba vivir con Ellen. Noté que la cara de Else quedaba petrificaba por el dolor. Estaba sentada a la mesa de la cocina con las mejillas enrojecidas por la enfermedad y la boca infantil férreamente apretada. Entonces me dijo con absoluta serenidad: «Tendrás que pasarme una pensión de alimentos, ¿cómo vas a poder hacerlo, pobretón?». Contesté con acritud: «Si he podido pagar ochocientas coronas al mes por tu jodido sanatorio, creo que podré pagarte también los alimentos. No te preocupes».

No reconozco a la persona que era yo hace cuarenta años. Mi desagrado es tan grande y el mecanismo de rechazo ha funcionado con tanta eficacia, que difícilmente puedo vislumbrar la imagen. A este respecto, las fotografías no ayudan demasiado. Solamente nos muestran una persona disfrazada, alguien bien atrincherado. Si mes sentía atacado, respondía mordiendo como un perro asustado. No confiaba en nadie, no amaba a nadie, no echaba de menos a nadie. Estaba dominado por una sexualidad que me obligaba a incesantes infidelidades y acciones compulsivas, torturado constantemente por el deseo, el miedo, la angustia y la mala conciencia.

La linterna mágica (1987). Ingmar Bergman