Escritorio de Chateaubriand en La Vallée-Aux-Loups. |
Me
he visto obligado a pararme: mi corazón latía hasta el punto de desplazar la
mesa en que escribo. Los recuerdos que se despiertan en mi memoria me abruman
con su fuerza y tumultuosidad: y, sin embargo, ¿qué son para el resto de la
gente? (Pág. 59) […] Una cosa me humilla: la memoria es a menudo un rasgo
distintivo de la necedad; es propia generalmente de los espíritus lerdos, a los
que vuelve más pesados aún por el bagaje con que los sobrecarga. Y ello no
obstante, ¿qué seríamos sin la memoria? Olvidaríamos nuestras amistades
nuestros amores, nuestros placeres, nuestras ocupaciones; el genio no podría
reunir sus ideas; el corazón más afectuoso perdería su ternura si dejara de
recordar; nuestra existencia se vería reducida a los momentos sucesivos de un
presente que discurre sin cesar; no habría ya pasado. ¡Oh, miserables de
nosotros! Tan vana es nuestra vida que no es más que un reflejo de nuestra
memoria.
Págs.
68. Memorias de ultratumba (1848). Chateubriand. Editorial Acantilado