Mapa de París a finales del siglo XIX. |
Emma
vivía en Tostes. El vizconde ahora estaría en París, allí, tan lejos. ¿Cómo
sería el París ese? iQué nombre tan inconmensurable! Se lo repetía ella entre
dientes, como para degustarlo, y sonaba en sus oídos como la campana de una
catedral, aparecía deslumbrante delante de sus ojos hasta escrito en la
etiqueta de sus frascos de pomada.
Por la noche, cuando los pescadores
pasaban debajo de su ventana montados en carretas y enconando La Marjolaine, el
rumor de aquel cántico la despertaba y se quedaba escuchando el ruido de las
ruedas forradas de hierro que se iba después amortiguando sobre la tierra, en
cuanto las carretas salían del pueblo.
-¡Mañana ya habrán llegado allí! -se
decía.
Y los iba siguiendo con la
imaginación, subiendo y bajando cuestas, enfilando aprisa la carretera general
bajo la luz de las estrellas. Pero siempre, al cabo de una distancia que no
podía precisar, se topaba con un lugar confuso en donde el sueño se desvanecía.
Se compró un plano de París y allí,
con la punta del dedo sobre el mapa, hacía excursiones por la gran ciudad.
Subía por los bulevares arriba, se paraba en todas las esquinas, en las
encrucijadas de las calles, delante de los rectángulos blancos que representaban
los edificios. Acababa cerrando los párpados porque se le cansaban los ojos,
pero aun en el seno de aquella penumbra veía oscilar a merced del viento la
llama de gas de las farolas y oía cómo se desplegaban con gran estruendo los
estribos de las carrozas al detenerse delante del pórtico de los teatros.
Págs.
55 y 56. Madame Bovary (1856). Gustave Flaubert. EL MUNDO, Biblioteca
Millenium.