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Aquí encontrarás una selección accidental de textos literarios pertenecientes a obras clásicas de la Literatura universal. Sin otro criterio que el gusto y el azar seguidos por el profesor de Lengua Rafael Bermúdez Ortiz, el alumnado tiene la oportunidad de acercarse a algunos de los títulos y autores más célebres del canon literario occidental mediante este catálogo de citas, páginas y recortes. Ojalá disfruten tanto como el autor de su lectura.

Amor y lujo


Interior de la Ópera Garnier de París, inaugurada en 1875, dos décadas después de la edición de Madame Bovary.

París, más inmenso que el mismo océano, espejeaba así a los ojos de Enma sumido en una atmósfera rojiza. La abundancia de vida que bullía en aquel tumulto estaba, sin embargo, dividida en parcelas y clasificada en escenas distintas. Emma no veía más que dos o tres de aquellos cuadros, que le ocultaban todos los demás y que para ella significaban por sí solos una representación de la humanidad entera. El mundo de los embajadores discurría sobre pavimentos lustrosos, en estancias tapizadas de espejos y alrededor de mesas ovaladas con tapetes de terciopelo orlado de oro. Se podían encontrar allí vestidos de cola, enormes misterios, angustias disfrazadas de sonrisa. Luego estaba la sociedad de los duques: allí la gente estaba pálida, se levantaba a las cuatro, las mujeres -¡pobrecitas!- llevaban enaguas rematadas por blonda inglesa y los hombres, con una capacidad insospechada y en apariencia fútil, reventaban sus caballos en excursiones de placer, se iban a veranear a Baden Baden y frisando los cuarenta acababan casándose con ricas herederas. En los reservados de los restaurantes donde se acostumbra a cenar pasada la medianoche, una muchedumbre abigarrada de actrices y de gente de letras se reía a la luz de los candelabros. Ellos, los escritores, eran pródigos como reyes y estaban llenos de ideales ambiciosos y de fantásticos delirios. Era una existencia por encima de lo corriente, entre el cielo y la tierra, metida en las tormentas, algo sublime. En cuanto al resto de la gente, andaba perdida, sin haber encontrado un lugar preciso, como si no existiera.

         
Por otra parte, cuanto más cerca de sí tenía las cosas, más apartaba de ellas su pensamiento. Todo cuanto la rodeaba de forma inmediata, el campo tedioso, los pequeños burgueses estúpidos, la mediocridad, en fin, de la vida, lo tomaba como una excepción dentro del mundo, como una peculiar casualidad que a ella la tenía aprisionada, mientras que por fuera de eso, más allá, el inmenso reino de los goces y las pasiones se extendía hasta perderse de vista. En su deseo, confundía la sensualidad del lujo con los júbilos del corazón, la elegancia de las costumbres con las delicadezas del sentimiento. ¿No precisaba el amor, igual que las plantas indias, de un terreno idóneo y de una temperatura especial? Los suspiros al claro de luna, los prolongados abrazos, las lágrimas que se derraman sobre una mano dejada caer, todas las fiebres de la carne y los abandonos de la ternura no podían, pues, ir separados de las balconadas de los grandes castillos donde florece el ocio, de un gabinete con cortinillas de gasa, gruesa alfombra y maceteros llenos de plantas, de una cama colocada sobre un estrado ni del centelleo de las piedras preciosas o de los galones de una librea.

Págs. 56 y 57. Madame Bovary (1856).Gustave Flaubert. EL MUNDO, Biblioteca Millenium.