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Aquí encontrarás una selección accidental de textos literarios pertenecientes a obras clásicas de la Literatura universal. Sin otro criterio que el gusto y el azar seguidos por el profesor de Lengua Rafael Bermúdez Ortiz, el alumnado tiene la oportunidad de acercarse a algunos de los títulos y autores más célebres del canon literario occidental mediante este catálogo de citas, páginas y recortes. Ojalá disfruten tanto como el autor de su lectura.

Sorprendido en la habitación del amigo


Matt Damon (izquierda) y Jude Law interpretaron los personajes de Tom Ripley y Dickie, respectivamente, en la película El talento de Mr. Ripley (1999), de Anthony Minghella. El film adaptaba la novela A pleno sol, de Patricia Highsmith.

Subió a la habitación de Dickie y estuvo paseándose por ella durante un rato, con las manos en los bolsillos. preguntándose cuándo volvería Dickie. Se dijo que tal vez se quedaría con Marge toda la tarde, que en realidad se acostaría con ella. Abrió el ropero de un tirón y miró dentro. Había un traje de franela gris, nuevo y bien planchado que nunca le había visto a Dickie. Tom lo sacó del armario. Se quitó sus propios pantalones, que solamente le cubrían hasta las rodillas, y se puso los pantalones del traje. Se calzó un par de zapatos de Dickie. Después abrió el último cajón de la cómoda y sacó una camisa limpia de rayas blancas y azules.

Escogió una corbata azul oscuro de seda y se la anudó meticulosamente. El traje le sentaba bien. Se peinó de nuevo, esta vez con la raya un poco más hacia un lado, tal como la llevaba Dickie.
-Marge, tienes que comprender que no estoy enamorado de ti -dijo Tom frente al espejo e imitando la voz de Dickie, más aguda al hacer énfasis en una palabra, y con aquella especie de ruido gutural, al terminar las frases, que podía resultar agradable o molesto, íntimo o distante, según el humor de Dickie-. ¡Marge, ya basta!

Tom se volvió bruscamente y levantó las manos en el aire, como si agarrase la garganta de la muchacha. La zarandeó, apretándola mientras ella iba desplomándose lentamente, hasta quedar tendida en el suelo, como un saco vacío. Tom jadeaba. Se secó la frente tal como lo hacía Dickie, buscó su pañuelo, y, al no encontrarlo, sacó uno de Dickie del primer cajón de la cómoda, luego siguió con su actuación delante del espejo. Entreabrió la boca y observó que hasta sus labios se parecían a los de Dickie cuando éste se hallaba sin aliento después de nadar.

-Ya sabes por qué he tenido que hacerlo -dijo, sin dejar de jadear y dirigiéndose a Marge, pese a estar contemplándose a sí mismo en el espejo.

-Te estabas interponiendo entre Tom y yo... ¡Te equivocas, no se trata de eso! ¡Pero sí hay un lazo entre nosotros!

Dio media vuelta y, sorteando el cadáver imaginario, se acercó sigilosamente a la ventana. Más allá de la curva de la carretera, podían verse los escalones que subían hasta el domicilio de Marge. Dickie no estaba allí ni en los tramos de carretera visibles desde la ventana.

Tal vez estén durmiendo juntos, pensó Tom, sintiendo un nudo de asco en la garganta.

Se imaginó el acto, torpe, chapucero, dejando insatisfecho a Dickie y maravilloso para Marge. Se dijo que a la muchacha le agradaría hasta que Dickie la torturase. Se acercó rápidamente al ropero y sacó un sombrero de la estantería de arriba. Era un pequeño sombrero tirolés, adornado con una pluma verde y blanca. Se lo encasquetó airosamente, sorprendiéndose al comprobar lo mucho que se parecía a Dickie con la parte superior de la cabeza oculta bajo el sombrero. De hecho, lo único que les diferenciaba era que su pelo era más oscuro. Por lo demás, la nariz..., al menos su forma en general..., la mandíbula enjuta, las cejas si les daba la expresión apropiada...

-¿Qué diablos estás haciendo?

Tom se volvió rápidamente. Dickie estaba en la puerta. Tom comprendió que debía de haber estado en la verja al asomarse él momentos antes, por eso no le había visto.

-Bueno... , sólo trataba de divertirme -dijo Tom, con el tono grave de voz que en él era síntoma de embarazo-. Lo siento, Dickie.

La boca de Dickie se abrió levemente, luego se cerró otra vez, como si el enojo le impidiera pronunciar palabra, aunque, para Tom, el gesto fue tan desagradable como las propias palabras que pudiera haberle dicho. Dickie entró en la habitación.

-Dickie, lo siento si ...

El portazo le cortó en seco. Dickie empezó a refunfuñar mientras se desabrochaba la camisa, como si Tom no estuviera allí, ya que estaba en su habitación, donde Tom no tenía por qué entrar. Tom se quedó de pie, petrificado por el miedo.

-¡A ver si te quitas mi ropa! -exclamó Dickie.

Tom empezó a desnudarse, con dedos torpes debido a la turbación que le embargaba, pensando que hasta entonces Dickie siempre le había dicho que podía ponerse cualquier prenda suya que le apeteciera. Eso nunca se lo volvería a decir.

Dickie bajó la vista hacia los pies de Tom. -¿Los zapatos también? ¿Es que estás loco?

-No.
            
Tom hada esfuerzos para recuperar su aplomo. Colgó el traje en el ropero y entonces dijo:
            
-¿Te has reconciliado con Marge?
            
-No pasa nada entre Marge y yo -contestó Dickie secamente, tan secamente que Tom abandonó aquel tema-. Otra cosa que quiero decirte, y decírtelo claramente -dijo Dickie, mirándole-, es que no soy invertido. No sé si se te ha metido esa idea en la cabeza o no.
            
-¿Invertido? -dijo Tom, haciendo un débil esfuerzo por sonreír-.
            
Jamás me ha pasado por la cabeza que lo fueses.
            
Dickie iba a añadir algo, pero se calló. Se irguió y Tom advirtió que las costillas se marcaban bajo su piel morena. -Pues Marge piensa que tú sí lo eres.
            
-¿Por qué?
            
Tom sintió que se quedaba sin sangre en las venas. Se quitó el segundo zapato agitando el pie débilmente y lo dejó en el ropero junto a su pareja.
            
-¿Qué le hace pensar eso? ¿Qué he hecho para parecerlo, si es que he hecho algo?
            Se sentía a punto de desmayarse; Nadie le había dicho aquello en la cara, no de aquel modo.
            
- Es solo por la forma en que actúas -dijo Dickie con un gruñido, saliendo de la habitación.
            
Tom se puso los shorts a toda prisa. Pese a llevar puesta la ropa interior, había tratado de ocultarse de Dickie detrás de la puerta del ropero. Se dijo que sólo porque le caía bien a Dickie, Marge lanzaba sus sucias acusaciones contra él. Y Dickie no había tenido agallas suficientes para negarlo.
            
Al bajar se encontró a Dickie preparándose una copa en el bar de la terraza.
            
- Dickie, quiero que esto quede bien claro -empezó a decir Tom-. Tampoco yo soy invertido, y no quiero que nadie piense que lo soy.
            
- Muy bien -gruñó Dickie.


Págs. 71-74. A pleno sol. Patricia Highsmith. Anagrama.