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Aquí encontrarás una selección accidental de textos literarios pertenecientes a obras clásicas de la Literatura universal. Sin otro criterio que el gusto y el azar seguidos por el profesor de Lengua Rafael Bermúdez Ortiz, el alumnado tiene la oportunidad de acercarse a algunos de los títulos y autores más célebres del canon literario occidental mediante este catálogo de citas, páginas y recortes. Ojalá disfruten tanto como el autor de su lectura.

Mercadillo de Navidad


Al pie de la escalinata que conduce a la explanada de la catedral, se distribuían, como siempre (o siempre desde que yo podía recordar el mundo) los puestos de musgo y corcho y serrín y muérdago y ortiga (pero no de árboles de Navidad, que llegaron después procedentes del extranjero e impuestos por la moda, y representaron una especie de traición, un hundimiento de nuestro sueño infantil), y además de una gran diversidad de verde para adornar los belenes, todo amontonado, creando formas de cuento de hadas: piñas forradas de plata y ramitas que tenían ondulaciones de columnas salomónicas y montones de hierbas que despedían un perfume de montaña asesinada. 

Después de venían las figuritas, que representaban para nosotros un hechizo permanente. Para empezar, vagábamos entre aquella imaginería tan bien dispuesta sin fijarnos en ningún elemento individual, captando solamente la sensación única -la impresión que no se parecía a ninguna otra- de algo que estaba mucho más allá de cualquier representación racional que el mundo de los mayores quería o podía ofrecernos. Después nos entregábamos al ensueño, recostando el mentón sobre los tenderetes, rodeados de otros niños, y poníamos los ojos al pie de las figuritas (las figuritas estaban al colocadas sobre un pequeño soporte de color terroso que después, una vez situadas en el belén, desaparecía bajo el musgo o la arena según se tratara del desierto o la montaña o la orilla de un río) y venía el mirarlas una a una y colocarlas imaginariamente en cualquier lugar preciso e inamovible del gran paisaje que crearíamos al llegar a casa. 

Y estallaba entonces la toponimia de un belén soñado y que nunca podíamos hacer: el gran belén con agua y luces de verdad y palacios inmensos y grandes espacios: montaña, río, desierto, Oriente, casa solariega, masía catalana, la cueva nevada, niños-jesús, camellos, pavos, casas, puentes, estrellas [...], Reyes a caballo, Reyes adorando (poca gente tenía los Reyes adorando) y vacas suizas y el cura del paraguas y el hombre que caga y palmeras y la Anunciación y papel de plata que nos salía en el chocolate -con él haremos el río y el lago- y la cueva, que siempre se guarda de un año para otro y va cambiando de estilo con los años. [...] Y una nueva ojeada a las figuras y sentirlas, recordarlas, perderlas al querer recordar otras, mezclarlas todas...

El día que murió Marilyn. Terencio Moix, Biblioteca El Mundo